VIDA Y ESTILO
Por: David Ferrer • Colombia.com

Según un estudio, no gestionar la ira puede poner en riesgo su salud cardiovascular

Foto: Pexels

Un nuevo estudio advierte sobre el peligro de la ira crónica, vinculándola con una disminución en la capacidad de los vasos sanguíneos para dilatarse, aumentando así el riesgo de enfermedad cardíaca.

Una investigación reciente ha arrojado luz sobre el impacto del enojo en la salud cardiovascular, advirtiendo que la ira crónica puede tener efectos perjudiciales a largo plazo en los vasos sanguíneos, aumentando potencialmente el riesgo de enfermedad cardiaca.

El Dr. Daichi Shimbo, líder del estudio y cardiólogo del Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia en Nueva York, destacó que las personas propensas a la ira crónica pueden experimentar lesiones crónicas en sus vasos sanguíneos.

El estudio, financiado por el Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre (NHLBI), se centró en observar la actividad de los vasos sanguíneos durante estados emocionales como la ira, la ansiedad, la tristeza y emociones neutras.

Los resultados revelaron que la ira estaba asociada con una disminución temporal en la capacidad de los vasos sanguíneos para dilatarse, lo que podría provocar una función vascular comprometida. Los hallazgos, publicados en el Journal of the American Heart Association, se basaron en la participación de 280 adultos sanos menores de 74 años en la ciudad de Nueva York.

Aunque el grupo de estudio era joven, sin antecedentes de enfermedad cardiaca o factores de riesgo cardiovascular significativos, los resultados resaltaron cómo la ira afecta la salud vascular, independientemente de la edad o los factores de riesgo preexistentes.

El equipo de investigación liderado por Shimbo descubrió que la dilatación saludable de los vasos sanguíneos se veía comprometida durante los episodios de ira, lo que no se observaba en estados emocionales como la ansiedad o la tristeza.

Esta inhibición en la dilatación vascular puede ser un precursor de aterosclerosis, una acumulación de grasa en las paredes arteriales que aumenta el riesgo de eventos cardiovasculares graves como ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.

Aunque aún no se comprende completamente cómo la ira afecta la dilatación de los vasos sanguíneos, se postula que podría involucrar la activación del sistema nervioso autónomo, hormonas del estrés o inflamación arterial.

En cuanto a las posibles intervenciones, se sugiere que el manejo de la ira podría desempeñar un papel crucial en la prevención de enfermedades cardiovasculares.

Estrategias como el ejercicio, el yoga, la respiración profunda y la terapia cognitivo-conductual (TCC) se presentan como vías potenciales para reducir la ira y promover una salud mental y cardiovascular óptima.

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