VIDA Y ESTILO

Oración a San Alejo para alejar a los enemigos de tu vida

Oración a San Alejo. Foto: Shutterstock

Siempre existe una ayuda divina para mantener lejos a quienes desean el mal a los demás. Aquí te contamos cuál es.

Oh, glorioso San Alejo Santo bienaventurado! Siervo fiel, piadoso y bueno que estás en la gloria gozando de Dios, alcánzame el favor de alejarme de todo mal.

San Alejo Bendito tú que tienes el poder de alejar todo lo malo que rodea a los siervos del Señor, haz que sea invisible para mis enemigos; tú que encontraste favor ante María, aléjame de Satanás, aléjame del enemigo, del mentiroso, del traidor y del dañino, del que siembra cizaña a mi alrededor, del que con maldades, magias, conjuros o hechicerías me quiere atar, embrujar y mi vida perjudicar; líbrame de las malas lenguas, de los chismes, difamaciones e intrigas, de todo aquel que quiere verme rendido y hundido.

Aléjame de la envidia, del mal de ojo y la injusticia, aléjame de los celos y el rencor, de la infidelidad, la traición, el rechazo y la soledad, escóndeme donde no me puedan encontrar los que quieren causar mi perdición.

¡Oh Glorioso san Alejo!, llamado “el Hombre de Dios” acércame a Jesús y a María, para que con sus Divinas Bondades me cubran con todos sus bienes, y me concedan la gracia que con humildad solicito:

San Alejo bendito: por la Santísima Virgen María, por su amado Hijo Jesucristo y por la gracia del Espíritu Santo, ten piedad de mí y no desoigas mi pedido. Amén.

¿Quién era San Alejo?

San Alejo fue un hombre que nació en una familia adinerada de Roma, sin embargo, entendiendo su vocación y decidiéndose a servir a Dios, se percató de que la riqueza se convertía en un peligro para su alma y para su labor religiosa; fue por esta razón que optó por convertirse en mendigo y trasladarse a Edesa para no ser reconocido.

En dicho lugar se dedicaba a la oración y a ayudar a los más necesitados con lo que conseguía de limosna, lo cual hizo durante 17 años. Cuando finalmente se descubrió quién era, regresó a Roma y a la casa de su padre, aunque haciéndose pasar por un criado; solo hasta su lecho de muerte les confesó a sus padres que en realidad era su hijo.

Se convirtió en un santo y empezó a ser reconocido como el “hombre de Dios” tras su muerte, especialmente luego de que el obispo se enterara del caso y mandara a exhumar el cadáver pues, para sorpresa de muchos, solo se encontró la ropa que portaba, pero no su cuerpo.

 

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