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Por: Juan Carlos García Sierra • Colombia.com

Juan Roa Sierra, el eterno asesino ´sin comprobación´ de Jorge Eliécer Gaitán

La turba encontró a un hombre agazapado y de inmediato emprendió su linchamiento, para luego, arrastrar su cuerpo por las calles. Foto: Twitter @P_Cultural

Juan Roa Sierra, el eterno asesino sin comprobación de Jorge Eliécer Gaitán ha pasado a formar parte de nuestra historia con una infame sindicación, porque para muchos no fue quién disparó contra el caudillo liberal.

El Bogotazo partió la historia de Colombia en dos, afirmación para muchos, manida, pero cierta, aunque en lugar de dos pedazos, el país parece haber quedado añicos.

La historia contemporánea le ha dado un tratamiento muy particular a quienes se ha señalado como autores materiales de la muerte de una figura política, el asesino de Abraham Lincoln, el actor John Wilkes Booth alcanzó ribetes legendarios en una sociedad que encontró en el tratamiento sensacionalista de las noticias, una nueva forma de entretención y audiencia.

Gavrilo Princip, un joven de 19 años asesinó al heredero del Imperio Austrohúngaro, el archiduque Francisco Fernando, y no imaginó que esa acción desencadenaría la Primera Guerra Mundial, se insistió en que actuó por iniciativa propia, aunque muchos saben que él solo fue un elemento de la ecuación.

En Colombia, los asesinos de Rafael Uribe Uribe, caudillo de la Guerra de los Mil Días, Leovigildo Galarza y Jesús Carvajal fueron sentenciados a muerte y se dijo que no obedecieron órdenes de nadie, que había sido una noche de fermentada chicha la que los llevó a cometer el magnicidio; Galarza aceptó la culpa, pero Carvajal no lo hizo.

Con Juan Roa Sierra, a quien se le atribuye el crimen de Jorge Eliécer Gaitán Ayala es un caso aparte, a él se le culpa y quizás se le siga culpando del hecho, pero las explicaciones de las supuestas razones que llevaron al hombre de 26 años a asesinar a quien se aseguraba sería el presidente de Colombia en el año 1950, convencieron a algunos y sembraron la duda en otros.

Muchos investigadores afirman que la idea de asesinar a Gaitán Ayala provino de la mente de gentes de alto turmequé, es decir, poderosos nacionales que vieron en “el negro Gaitán” a una figura de origen humilde que quería vengar la injusticia y opresión impuesta por las élites, entonces simplemente contrataron los servicios de Roa Sierra.

Para el gobierno nacional y los Estados Unidos, Gaitán representaba la amenaza comunista y había que “eliminarlo”, la CIA daba la orden y simplemente las autoridades colombianas hacían trabajo de logística, se dice que la Central de Inteligencia estadounidense se estrenó en América Latina con este asesinato.

Otros dicen que Juan Roa Sierra era un fiel seguidor de Jorge Eliécer Gaitán, pero que se había sentido traicionado por su ídolo político debido a que se estaba apartando del pueblo en sus últimos años, para parecerse más a la clase política y social que combatía, así lo demostraba el haberse mudado al exclusivo barrio de Teusaquillo de Bogotá.

Gaitán se había ganado muchos enemigos en su carrera y su denuncia contra la explotación a la que eran sometidos los obreros de las bananeras de la United Fruit, originó el temor por parte de empresas norteamericanas, a que Gaitán como presidente impusiera un régimen sindicalista que entorpeciera su labor.

Una opción con tintes melodramáticos dice que Roa Sierra mató a Gaitán por celos, debido a que el dirigente liberal sostenía amoríos con su joven novia, que veía en el caudillo no solo una figura política, sino una especie de amor platónico.

A Roa Sierra se le ha tildado de rosacrucista, gnóstico, fascista, anarquista, comunista y desequilibrado, pero por más que le hayan achacado el crimen de Gaitán, no se ha podido comprobar, no hubo juicio y murió en el acto, y como dijeron varios testigos en el momento de la muerte del “Tribuno del pueblo”, Roa Sierra no fue el culpable, el asesino fue un hombre con el rostro lleno de pecas y sin sombrero, Roa Sierra no tenía pecas y portaba sombrero cuando la gente se lanzó sobre él y lo ató con corbatas como sogas, mientras el “pecoso” lograba escapar con éxito.

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