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Por: Redacción Actualidad • Colombia.com

Esta es la leyenda del Pollo Maligno, una presencia realmente terrorífica

El pollo maligno se aparece de muchas formas, unos lo ven como buitre y otros como un emplumado tormento. Foto: Pixabay

En los terrenos de Valle del Cauca, Tolima, Huila y Caquetá en el sur occidente colombiano, una presencia terrorífica asecha a sus habitantes, se trata del Pollo Maligno, una leyenda que muchos catalogan como real y perturbadora.

“San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha, sé nuestro amparo contra la perversidad y las acechanzas del demonio” se escucha decir incesantemente en medio del temor y de un aroma a muerte porque un pollo venido del propio infierno no para de piar, es un canto macabro e incesante, que solo la oración que pide al enviado de Dios destrozar con su espada la maldad de los más horrendos seres puede callar.

Inmundo pajarraco que trastorna la vida de los más pequeños porque su canto solo es el aviso de que un pequeño debe interrumpir su vida para sembrar dolor y luto en sus más cercanos, maldito avichucho dicen los más viejos y curtidos, que con camándula en mano tienen la cabeza en la oración, pero los ojos mirando a la calle como esperando que en cualquier momento el ave se acerque para mirar directo y seguramente nublar la vista o perturbar el alma.

“Príncipe de la milicia celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja en el infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas”
Los rezos continúan y se cierran con esta última frase y solo hasta que ya el canto asqueroso ha cesado, todos al unísono pronuncian Amén, un Amén que viene desde lo más profundo de las entrañas y que permite volver a respirar tranquilos luego de contar con la presencia del pollo maligno, un enviado del más bajo de los bajos demonios para hacer la vida de los demás un verdadero tormento.

Varios caminantes dicen haber visto al pollo maligno en los senderos polvorientos en el sol y anegados en invierno, esos hombres ya hoy son un manojo de muchos años que prefieren callar mientras tararean una nerviosa canción o ponen el Cristo de su rosario en la boca, solo Lázaro es el único que cuenta lo que es encontrarse de frente con ese pajarraco que otros afirman haber visto volar mientras en su lomo aparecía la figura del mismísimo demonio.

Mientras Lázaro apura una copa de licor, afirma que es muy difícil no asustarse con la presencia de la emplumada encarnación del mal, una especie de gallinazo que se alimenta del miedo de los mortales, pero que él desde pequeño aprendió a no sentir, porque como se lo decía su abuela, el miedo es el animal más feroz de todos porque todo se lo traga de un solo mordisco.

Lázaro bebe todos los días, pero jamás suelta su rosario porque por más borracho que se encuentre, nunca olvida la oración a San Miguel Arcángel, la única que espanta a un pajarraco que quiere posarse sobre los nidos que no le pertenecen más que a Dios.

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